Perú: El cuento del “Expediente Técnico”

revista economia

En el Perú lamentablemente nos hemos comprado el cuento del “Expediente Técnico” como máxima instancia de diseño requerida para la construcción a cambio de no desarrollar completamente la Ingeniería de Detalle que los proyectos requieren, con lo cual, los contratistas  supuestamente se “ahorran” el costo de ingeniería y los proyectos se arrancan casi siempre sin la certeza de cuanto terminarán costando y en cuanto tiempo podrán concluirse. El hecho es que para desarrollar una obra con el Estado se requiere a la fecha completar el denominado “Expediente Técnico” y este documento no es actualmente garantía de nada. En realidad para construir de manera apropiada se requiere como especificación mínima la Ingeniería de Detalle que por su diseño, rigurosidad y especificidad es capaz de garantizar una variación máxima de 5% en el tiempo o costo de cualquier proyecto. Si una Ingeniería de Detalle no puede lograrlo entonces probablemente no esté completa o sea claramente insuficiente.

Para entender este concepto retrocedamos a las etapas básicas que configuran cualquier proyecto de correcto diseño, las cuales arrancan con una idea que luego de ser evaluada y aceptada se transforma luego en un perfil (± 80% de incertidumbre), una Ingeniería Conceptual (± 70% de incertidumbre), una Ingeniería Básica (± 50% de incertidumbre), un Estudio de Prefactibilidad (± 35% de incertidumbre), un Estudio de Factibilidad (± 25% de incertidumbre) y finalmente una Ingeniería de Detalle (± 5% de incertidumbre). Como puede apreciarse a medida que la especificación de diseño avanza se reduce notablemente la incertidumbre permitiendo mayor certeza en el proyecto a desarrollarse. Sin embargo, este mayor nivel de especificación técnica requerirá mayores estudios geotécnicos, geomecánicos, estructurales civiles, eléctricos, metalmecánicos, ambientales, sociales y de instrumentación que lógicamente serán más caros y tomarán más tiempo para desarrollarse y eso es lo que, precisamente, los proyectistas y constructores inescrupulosos quieren evitar a toda costa por lo que inventan atajos perversos como el llamado “Expediente Técnico” pretendiendo arrancar un proyecto con un nivel de certeza mucho menor (mayor incertidumbre y menor especificidad) siendo esta buena parte de la razón por la cual los proyectos toman el doble o el triple del tiempo en desarrollarse y termina costando varios ordenes de magnitud superiores a los previstos en su concepción y diseño original. Ahora bien si a eso le sumamos la corrupción existente entonces el panorama es dramático y la alteración de costos es de varios ordenes de magnitud escalofriantemente superiores.

A este vicio inicial en el diseño de los proyectos (preferentemente proyectos públicos donde el control técnico real es normalmente escaso) se suma el hecho que en la práctica se ha perdido independencia de partes en la manera como se desarrolla la construcción permitiéndose que el mismo diseñador sea a la vez contratista de construcción y controlador de calidad o QA/QC con el cuento del EPCM y la garantía plena (que casi nunca se cumple por las letras pequeñas de los contratos y por la salida irónica de la “fuerza mayor”) a cargo de garantizar la ejecución conforme al diseño original y recopilar todos los controles de cambios para dejar las memorias técnicas finales actualizadas y bajo acuerdo con el diseñador original del proyecto. Este proceso es especialmente perverso puesto que no solo se pierde objetividad sino que permite inevitablemente que se oculten los errores que puedan surgir durante el proceso de construcción del proyecto.  Esa es la razón de la falta de calidad de las obras entregadas que no cubren con la especificación de diseño, presentan fallas importantes, tienen un alto costo de mantenimiento no previsto, cuentan con escasa flexibilidad operacional y termina costándonos exorbitantemente a todos los Peruanos.

En ese contexto es importante replantearnos la manera apropiada como debe desarrollarse el proceso básico de desarrollo de proyectos constructivos (en particular en lo referente a la gran obra pública que encierra varios miles de millones de dólares) separando claramente las funciones de cada especialidad hacia empresas nacionales o internacionales calificadas que cuenten con conocimiento y experiencia apropiados para el diseño de ingeniería, la construcción y el aseguramiento de calidad, así como la inspección y verificación de las obras con una auténtica y transparente independencia de partes en beneficio del proyecto y de los beneficiarios del mismo en el tiempo. Si a esto le sumamos tecnología y mecanismos de control, auditoria y revisión independiente podremos tener prontamente mejores proyectos desarrollados para el futuro.

Max Schwarz, Profesor de la Facultad de Ciencias Empresariales y Económicas – Universidad de Lima