¿Hacia dónde va el dólar?

revista economia

Varios de los economistas más respetados del mundo suelen salir muy mal parados de sus intentos de predecir los tipos de cambio. Intervienen tantos  parámetros  en el precio de equilibrio de las divisas que el ejercicio de predicción en este sentido constituye una magnífica cura de humildad recibida una y otra vez.

La apreciación de dólar a finales de 2016, tras la elección de Donald Trump, respondía a una interpretación bastante simple y literal de la promesa del candidato republicano: reforzar todos los aspectos de la economía estadounidense, lo que se traducía en un mayor atractivo de las inversiones efectuadas en la divisa estadounidense. Pero lo que realmente es necesario examinar de cerca es la increíble reversión de tendencia registrada en 2017, año en el que el dólar se depreció marcadamente frente a todas las divisas. Por el contrario, el euro se apreció, de forma espectacular frente al dólar (+14%), pero también frente a las principales divisas a escala mundial (+10%).  Analicemos al dólar desde 4 perspectivas.

Primera pista: el efecto bumerang. El 2016 se concibió como un año precursor de todos los peligros para la zona del euro. ¿Anticipaban la victoria del brexit en junio de ese año? ¿Y la elección de Donald Trump como una oleada de populismo en las elecciones francesas y neerlandesas con efectos desastrosos? Al final, no pasó nada, y la muerte anunciada del euro resultó ser demasiado exagerada.

Segunda pista: el crecimiento económico. No solo se desvaneció el riesgo político de la zona del euro, sino que la mejora de su economía llegó a sorprender incluso a los más optimistas. Al mismo tiempo, los constantes fracasos de la Administración Trump para lograr la aprobación de su programa económico cuestionaron el hecho de que la confianza de los consumidores y de las empresas estadounidenses fuera a traducirse en un aumento notable de la actividad. De hecho, por primera vez desde 2008, el crecimiento de la zona del euro superó ligeramente al de Estados Unidos en 2017.

Tercera pista: los tipos de cambio. Lógicamente, el valor de una divisa se ve influenciado por la balanza comercial de un país. Un país o una región que presenta una balanza comercial con superávit provocarán automáticamente que los países clientes compren su divisa con el fin de abonar sus importaciones. A ello le seguirá una presión alcista para esta divisa. Así, la zona del euro, principalmente gracias a Alemania, registra un superávit por cuenta corriente de más del 3%, mientras que Estados Unidos presenta un déficit de más del 2%. No obstante, cabe destacar que esta situación no es nueva, y que no impidió que el euro se depreciara de 2014 a 2016.

Última pista. En los años posteriores a la creación del euro, el creciente reconocimiento de su credibilidad como nueva divisa de reserva internacional tocó fondo de forma inesperada en 2008, con motivo de la gran crisis financiera. Desde entonces, la envergadura de la zona del euro y de su divisa, no había podido hacer frente a la de Estados Unidos, sobre todo cuando la región europea se aproximó al borde del abismo económico en 2010-2011 y, después, en el plano político en 2016. Durante este largo y complicado periodo, la proporción que los grandes bancos centrales del mundo dedican al euro en sus reservas de divisas se derrumbó de forma inexorable. Lo mismo sucedió con la asignación al euro de las grandes gestoras de activos internacionales. Aún no han renovado su confianza a largo plazo en el euro; sin embargo, esta perspectiva progresa y tiene tanto potencial que la alternativa estadounidense empieza a generar dudas.

El descenso deliberado del compromiso económico y geopolítico mundial de Estados Unidos (desde el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica hasta el Acuerdo de París sobre el cambio climático, merma el estatus mundial del dólar. Este deterioro resulta ser sumamente compatible con las prioridades económicas de Trump, que podrían apoyarse en una divisa más débil para aliviar el tan esgrimido «problema» de una balanza exterior muy negativa.  Así, resultaría lógico que la tendencia de depreciación del dólar se intensificara aún más, aunque el billete verde no se dará por vencido fácilmente.