Por Antonio Herrera Cabanillas
Durante mucho tiempo, el voluntariado empresarial fue entendido como una actividad simbólica: una jornada de limpieza, una colecta navideña, una visita ocasional a una comunidad. Pero en el contexto actual, donde los ciudadanos exigen coherencia y las empresas buscan propósito, ese modelo ya no basta.
Hoy el voluntariado corporativo es una herramienta estratégica para fortalecer la cultura organizacional, desarrollar talento y generar valor compartido. Cuando se gestiona con visión, deja de ser filantropía para convertirse en parte del ADN empresarial y de la estrategia de sostenibilidad.
De la acción aislada a la estrategia de impacto
Según Deloitte Global Volunteer Survey (2022), el 89% de las empresas con programas estructurados de voluntariado reporta mejoras en clima laboral, engagement y retención de talento. Y no es casualidad: las nuevas generaciones buscan organizaciones que trasciendan el beneficio económico y encarnen un propósito social.
El voluntariado deja de ser una actividad extracurricular y se convierte en una plataforma de desarrollo humano y reputacional. A través de estas iniciativas, las empresas fortalecen competencias blandas —liderazgo, empatía, trabajo en equipo, innovación— mientras generan impacto real en las comunidades.
Voluntariado y valor compartido
Michael Porter y Mark Kramer (2011) plantearon que la creación de valor compartido ocurre cuando las empresas alinean su éxito con el progreso social. El voluntariado es una vía concreta para lograrlo: conecta la estrategia del negocio con los desafíos sociales del entorno.
Por ejemplo, una empresa de tecnología que capacita a jóvenes vulnerables en habilidades digitales no solo genera inclusión, sino que también amplía su futuro mercado laboral. Una farmacéutica que impulsa brigadas médicas no solo mejora la salud pública, sino que fortalece su reputación y relaciones institucionales.
La clave está en la alineación estratégica: vincular cada acción de voluntariado con los objetivos corporativos, los ODS pertinentes y la medición de impacto social.
Evidencia y tendencias globales
El Points of Light Corporate Volunteering Report (2023) destaca que los programas de voluntariado bien gestionados aumentan en un 50% la percepción positiva de la marca y pueden generar hasta un 20% más de productividad en equipos altamente comprometidos.
Asimismo, Great Place to Work (2022) encontró que los colaboradores que participan en voluntariado corporativo reportan niveles de orgullo y sentido de pertenencia un 40% mayores que quienes no lo hacen. En otras palabras, el voluntariado no solo transforma comunidades, también transforma culturas organizacionales.
En América Latina, el crecimiento es evidente: más del 60% de las grandes empresas ya cuenta con programas formales de voluntariado, aunque muchas aún carecen de métricas claras para evaluar resultados.
Del asistencialismo al fortalecimiento de capacidades
Uno de los principales desafíos es superar la visión asistencialista. Las comunidades no necesitan visitantes esporádicos, sino aliados permanentes. El voluntariado efectivo implica transferencia de conocimientos, fortalecimiento de capacidades y cocreación de soluciones sostenibles.
Esto demanda profesionalizar la gestión del voluntariado: definir perfiles, roles, procesos de selección, capacitación y evaluación. Un voluntario capacitado y comprometido genera valor equivalente a cualquier otro activo de la empresa.
El caso peruano: energía social disponible, pero sin estrategia
En el Perú, el 39% de los jóvenes declara haber participado en alguna actividad de voluntariado (INEI, 2023). Existe una enorme energía social disponible, pero aún poco articulada. Las empresas pueden y deben ser catalizadoras de esa energía, convirtiendo el voluntariado en un puente entre el talento ciudadano y los desafíos del país.
Modelos como los nodos territoriales de voluntariado, las alianzas multiactor y la integración del voluntariado en las metas ESG pueden consolidar ecosistemas de impacto sostenido. No se trata de sumar horas, sino de multiplicar transformaciones.
Conclusión: el propósito como ventaja competitiva
El voluntariado corporativo, cuando se gestiona estratégicamente, no es un gasto ni un adorno reputacional. Es una inversión en cultura, liderazgo y sostenibilidad.
Las empresas que lo comprenden construyen algo más que resultados: construyen sentido. Y en un mundo donde el talento busca propósito, esa puede ser la diferencia entre ser una organización más o una organización que deja huella.
Porque al final, el voluntariado no solo cambia vidas fuera de la empresa… también cambia a quienes lo practican dentro de ella.






