La importancia silenciosa de los data centers: infraestructuras invisibles que sostienen nuestra vida digital

Se han convertido en una infraestructura crítica para Chile y el mundo, permitiendo el funcionamiento continuo de servicios esenciales como la banca digital, el comercio electrónico y la inteligencia artificial.

Vivimos rodeados de pantallas, conectados a una nube que puede almacenar, procesar y proteger todo lo que hacemos. Pero esa nube, en realidad, tiene una forma física: miles de centros de datos repartidos en el mundo que permiten que la digitalización funcione. Son los motores ocultos de una sociedad interconectada, responsables de que cada click, cada búsqueda y cada interacción digital ocurra en milésimas de segundos.

“Lo curioso es que, pese a su papel central, los data centers son prácticamente invisibles. No forman parte del paisaje urbano, y solo en los últimos años, han cobrado protagonismo en la esfera pública. Y, sin embargo, sin ellos no existiría la educación a distancia, las plataformas de streaming ni el avance de la inteligencia artificial, solo por nombrar algunos ejemplos. En otras palabras, nuestra vida digital depende completamente de infraestructuras que no vemos, pero que operan sin descanso”, sostiene Gabriel Estay, Director de Secure Power para el Cluster Sur Andino de Schneider Electric.

En Chile, ese papel silencioso se vuelve cada vez más evidente. Un estudio reciente de Colliers indica que el país cuenta con 33 data centers en operación, con una capacidad instalada de aproximadamente 228 MW, y otros 34 centros están en desarrollo.

El crecimiento no es solo en potencia, sino también en escala física: según datos de CleanBridge, la superficie dedicada a data centers en Chile ha aumentado de cerca de 50.000 m² en 2013 a más de 350.000 m² en 2023, demostrando una tasa de expansión constante. En paralelo, acorde a InvestChile, se proyectan inversiones por US $1,7 mil millones hasta 2030, en parte impulsadas por la demanda de servicios en la nube y la inteligencia artificial.

El crecimiento del tráfico de datos —impulsado por nuevos hábitos de consumo, la masificación del teletrabajo, la automatización industrial y la expansión acelerada de la IA— ha convertido a los data centers en una infraestructura crítica, comparable con las redes eléctricas, el sistema de agua potable o el transporte. Pero a diferencia de esas infraestructuras visibles, los centros de datos funcionan en silencio, en espacios controlados, protegidos y diseñados para no fallar. Su misión es simple pero desafiante: garantizar que la información fluya siempre.

Su importancia también es estratégica. Los países que logran atraer inversiones en este sector fortalecen su posición en la economía digital, impulsan empleos especializados, potencian la innovación local y mejoran su resiliencia tecnológica. En América Latina, Chile se ha consolidado como un polo relevante gracias a factores como su conectividad internacional —incluidos cables submarinos que lo conectan directamente con otras regiones del mundo—, su estabilidad regulatoria y un compromiso creciente con la transición energética.

Más allá de su dimensión técnica, los data centers son un espejo de nuestra época. Muestran cómo dependemos de infraestructuras ocultas, que raramente pensamos o comprendemos, pero que sostienen prácticamente todo lo que hacemos: sistemas de refrigeración, kilómetros de fibra óptica, algoritmos que priorizan datos y equipos humanos que supervisan cada componente para garantizar continuidad.

“Quizás el desafío de los próximos años no sea solo hacer más eficientes los centros de datos, sino dotarlos de la visibilidad que merecen como pieza clave de la sociedad digital. Entender que su impacto va más allá del almacenamiento y procesamiento: representan una nueva forma de infraestructura pública, una red silenciosa que sostiene la economía, la comunicación y también la vida cultural”, agrega el experto de Schneider Electric.