Altos costos de producción, caída del precio del petróleo y la transición energética global están alejando a inversores del yacimiento insignia de Argentina.
La incertidumbre financiera vuelve a golpear a Vaca Muerta, el megaproyecto energético que hasta hace poco se perfilaba como la salvación económica de Argentina. Hoy, según advierte Luis Varela, CEO de Saber Invertir, el panorama es crítico: la transición energética global, la volatilidad cambiaria y la necesidad urgente de divisas están provocando una ola de desinversiones en el yacimiento.
“La energía está atravesando una transformación profunda y el petróleo lentamente será reemplazado, como sucedió con el carbón a inicios del siglo XX”, explicó Varela. En este nuevo escenario global, el precio del barril podría caer hacia la zona de los 50 dólares, un nivel que deja en evidencia la fragilidad financiera de Vaca Muerta, donde los costos operativos —por el uso intensivo de fracking— rondan los 45 dólares por barril.
Este estrecho margen ha empezado a pasar factura: grandes compañías como ExxonMobil y Petronas ya están abandonando el yacimiento, dejando al descubierto las debilidades estructurales del modelo de explotación.
“Vaca Muerta tiene potencial, pero necesita un tipo de cambio alto para ser rentable. Hoy ese equilibrio no existe”, remarcó Varela. Mientras tanto, el Gobierno argentino enfrenta vencimientos urgentes con el FMI y un contexto de extrema fragilidad cambiaria. “Estamos en plena liquidación de la cosecha gruesa y el Banco Central no recibe ni un dólar”, alertó el especialista.
En paralelo, los esfuerzos del Ejecutivo se han volcado a maniobras financieras para sostener el corto plazo. Una de ellas es el lanzamiento del Bonte 2030, un instrumento que permite a los inversores colocar dólares que luego son convertidos en pesos, con rentabilidad garantizada por el Estado. “Es un conejo de la galera de Caputo, que demuestra su habilidad financiera, pero no resuelve el problema estructural”, señaló.
Así, mientras el foco oficial se desplaza hacia la ingeniería financiera, el sueño de convertir Vaca Muerta en la “segunda pampa húmeda” se diluye. La desinversión internacional, sumada a un entorno global menos dependiente de hidrocarburos, sitúa al proyecto en un punto de inflexión. Varela es contundente: “Va a ir perdiendo esa posibilidad”.
El riesgo de colapso de este activo estratégico no solo es energético, sino económico: sin inversiones sostenidas ni precios competitivos, Vaca Muerta puede dejar de ser un motor de desarrollo para convertirse en un lastre para las cuentas públicas.