Diseño consciente para una minería sostenible

Javiera Garin Business Unit Manager Engineering – BA Resilience, Arcadis

En un escenario en que los efectos del cambio climático se vuelven cada vez más evidentes, la sostenibilidad dejó de ser una opción para convertirse en una necesidad urgente. Como profesionales de la ingeniería, este contexto nos exige repensar nuestros fundamentos y la manera en que diseñamos, construimos y operamos infraestructura, poniendo en el centro de este proceso la descarbonización.

Porque hablar de descarbonización hoy implica mucho más que reducir emisiones. No basta con que una infraestructura consuma menos energía durante su operación. Debemos considerar también el carbono incorporado, es decir, todas las emisiones generadas desde la extracción de materias primas, su procesamiento, transporte, construcción, mantenimiento y disposición final. Es decir, durante todo el ciclo de vida de un proyecto.

La buena noticia es que ya existen herramientas para enfrentar este desafío desde las primeras etapas. La Evaluación del Ciclo de Vida del Carbono (Whole Life Carbon Assessment, WLCA) permite cuantificar y modelar diferentes escenarios de diseño, para identificar soluciones que reduzcan el impacto climático incluso antes de que comience la ejecución del proyecto. Y de esta manera, tomar decisiones que contribuyan a reducir significativamente la huella ambiental.

En 2024, Arcadis implementó un piloto en Chile donde se compararon dos enfoques de diseño para un mismo proyecto de infraestructura: uno tradicional y otro basado en criterios de baja emisión. El resultado fue contundente: una reducción del 40% en carbono incorporado, simplemente al optar por materiales y procesos constructivos con menor huella, sin comprometer ni la funcionalidad ni los plazos del proyecto.

En Perú, el desafío y la oportunidad son igualmente significativos, en especial para un sector crítico como la minería, una industria que contribuye con el 15% del PIB nacional, genera más del 60% de las exportaciones y, en 2023, produjo 2,7 millones de toneladas métricas finas de cobre, según cifras del Ministerio de Energía y Minas. Aunque la actividad apenas emite un 2,5% del total de CO₂ nacional, aún hay importantes oportunidades de mejora.

Actualmente, más del 50% de sus emisiones provienen de fuentes indirectas (alcance 3), es decir, de su cadena de valor: proveedores, transporte, servicios externos y contratistas. Este dato es especialmente relevante si se considera que en el mercado local existen cerca de 7.000 empresas proveedoras que abastecen las distintas operaciones, lo que plantea un reto logístico y cultural que solo puede ser abordado desde un diseño que considere la trazabilidad, la eficiencia y la colaboración desde el inicio.

Allí es donde la ingeniería cobra un rol decisivo. Incorporar metodologías como la WLCA en los estándares de diseño permitiría tomar decisiones más informadas, priorizar materiales con menor huella de carbono, trabajar con proveedores comprometidos con la sostenibilidad y optimizar cada fase del ciclo de vida del proyecto. Nuestra especialidad ya cuenta con los conocimientos, datos y metodologías necesarias para ser parte activa de la transición climática.

El desafío, por tanto, no es solo técnico: también es cultural. Supone transformar la manera en que concebimos los proyectos desde su origen, instalando una nueva forma de pensar y hacer ingeniería. Una forma que entienda que la sostenibilidad no como un fin en sí mismo, sino como un camino que se recorre con cada decisión de diseño, cada elección de material y cada proyecto que se pone en marcha. Industria, profesionales, reguladores debemos trabajar colaborativamente para construir un futuro más sostenible.