China se expande en Latinoamérica y posiciona al Perú como hub marítimo y líder comercial con el Asia-Pacífico – APEC

Por Víctor Castañeda Guzmán

A lo largo de los años he comprendido que ningún método es único ni definitivo, y casi siempre conduce a resultados distintos. En este momento, el Perú ha optado por una estrategia discreta frente a las crecientes tensiones comerciales con los Estados Unidos. Esta aparente neutralidad nos está conduciendo a una transformación geoeconómica: convertirnos en el país mejor vinculado de América Latina con Asia, en particular con China, la actual locomotora del crecimiento global.

Sin embargo, esta proyección internacional no ha estado exenta de recelos. La mirada occidental sobre China suele estar impregnada de prejuicios. En la arena internacional, las exigencias diplomáticas no se distribuyen por igual: mientras que al régimen de Nicolás Maduro se le exige una transición democrática, a China no se le cuestiona con el mismo énfasis, debido a su historia, poder y modelo político. Desde la era de Deng Xiaoping, China ha desplegado una política exterior pragmática y expansiva, sintetizada en la iniciativa OBOR (One Belt One Road), que le ha permitido consolidar su presencia global, incluyendo América Latina.

Uno de los obstáculos persistentes en nuestra relación con China es el sesgo cultural que asume que todo lo que proviene de ese país es de baja calidad. Este prejuicio ha limitado durante años el posicionamiento de los productos peruanos en el mercado chino. Pero si miramos nuestra historia, como lo hace Ronald Bruce en su libro “Política Exterior Peruana en el Nuevo Milenio”, veremos que la estrategia de vinculación con potencias globales ha sido una constante: desde Ramón Castilla hasta José Balta, pasando por Nicolás de Piérola, el Perú ha buscado posicionarse como socio confiable de las grandes potencias para acceder a mercados, financiamiento y tecnología.

Actualmente, China es nuestro principal socio comercial. A pesar de ser uno de los mayores consumidores de recursos del planeta, aún no ha alcanzado plenamente el estatus de superpotencia. Para lograrlo, necesita asegurar el suministro global de materias primas y afianzar vínculos con países estratégicos. Es una oportunidad que debemos aprovechar, no solo para exportar, sino también para atraer tecnología e inversión. Como señaló Henry Kissinger en su obra “China”, Estados Unidos debe recordar cómo construyó su hegemonía: visibilizando su presencia y fortaleciendo alianzas globales.

El puerto de Chancay, en este contexto, representa un punto de inflexión geopolítica y comercial. Su impacto en la cuenca del Pacífico será determinante. Todas las rutas parecen converger hacia él, proyectando al Perú como un eje logístico clave entre América del Sur y Asia. Para ello, el país debe prepararse a nivel institucional, legal, diplomático y empresarial.

Esto exige una política exterior articulada y estratégica, donde converjan diplomacia, comercio, turismo, inversión y tecnología. China, que ha adquirido empresas estratégicas en EE. UU., está obligando a Washington a repensar su rol en el continente. Lo mismo puede ocurrir en América Latina si no se redefine el enfoque hacia nuestra región, superando el viejo “Destino Manifiesto” de Monroe.

En esta visión de largo plazo, el Estado peruano viene promoviendo instrumentos como las Zonas Francas y las Zonas Económicas Especiales (ZEE), pero bajo un enfoque renovado. Ya no se trata de otorgar beneficios tributarios a cambio de simples promesas de exportación, sino de condicionar esos beneficios a la inversión efectiva en infraestructura. Es decir: quien invierte, accede; quien no, queda fuera. Este giro busca reactivar el flujo de capital, generar empleo, atraer divisas y modernizar nuestra base productiva.

La propuesta de crear una Zona Económica Especial Privada (ZEEP) parte de este principio. Se trata de un modelo de clúster industrial-logístico administrado por un operador que articula diversas empresas bajo un régimen especial, siempre supervisado por el MINCETUR y la SUNAT. Su objetivo: convertir espacios portuarios en motores de desarrollo y polos de innovación productiva.

El Perú, posicionado estratégicamente en la cuenca del Pacífico, debe asumir un liderazgo regional en este nuevo orden marítimo-comercial. Esta visión será ampliamente debatida en el próximo congreso de la AAPA (Asociación Americana de Autoridades Portuarias), que se celebrará del 24 al 27 de junio en Lima. Allí, más de 600 expertos, autoridades, inversionistas y profesionales de 30 países analizarán el futuro de la industria portuaria latinoamericana: infraestructura, sostenibilidad, innovación y gobernanza.