Con una moderna flota de submarinos, Chile se posiciona entre las potencias militares del mundo, tras años de inversión sostenida en su industria de defensa y tecnología naval.
El ranking 2025 de Military Watch ha revelado un dato que ha sorprendido a analistas económicos y militares por igual: Chile ha igualado a potencias como Francia y Reino Unido en cantidad de submarinos balísticos operativos, superando incluso a economías mucho más grandes como Alemania y Corea del Norte. Este hito no es solo militar: es el resultado directo de una política de inversión estratégica en defensa, tecnología e industria naval.
Con cuatro submarinos de última generación, la Armada chilena consolida su lugar entre las principales flotas del mundo. Esta modernización forma parte de un plan de largo plazo que ha requerido inversiones significativas en tecnología, infraestructura marítima e innovación industrial, especialmente en los astilleros de Talcahuano, base principal de esta fuerza naval.
La flota está compuesta por:
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Dos submarinos clase Thomson (Tipo 209/1400), fabricados en Alemania.
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Dos submarinos clase Scorpène, desarrollados conjuntamente por Navantia (España) y Naval Group (Francia).
Estas adquisiciones responden a una lógica más amplia de desarrollo económico y seguridad nacional. La inversión en defensa ha dinamizado sectores clave como la industria naval, la ingeniería mecánica y los servicios tecnológicos avanzados, además de crear empleos especializados y fomentar alianzas internacionales.
En el contexto latinoamericano, Chile supera a Brasil, que posee una flota menos desarrollada en esta categoría. A nivel global, iguala en cantidad de submarinos balísticos a Francia y Reino Unido, quedando por debajo únicamente de Estados Unidos (14), Rusia (11) y China (6).
Esta política de defensa, respaldada por un entorno macroeconómico estable, ha permitido que Chile se convierta en un jugador relevante en el tablero geopolítico del Pacífico Sur. La estrategia no solo tiene implicancias militares, sino también económicas: fortalece la soberanía en rutas marítimas clave, respalda el comercio exterior y proyecta una imagen de país seguro y tecnológicamente preparado.
En un mundo donde la defensa está cada vez más ligada a la capacidad de innovación, Chile ha transformado su inversión militar en un activo económico estratégico, que refuerza su posicionamiento regional y global sin comprometer su sostenibilidad fiscal.






