Con una inflación alta, reservas agotadas y un modelo agotado basado en los hidrocarburos, el nuevo presidente boliviano hereda una economía al borde del colapso. Expertos apuntan que su gobierno marcará un viraje hacia políticas promercado, pero los riesgos sociales y fiscales son enormes.
Un cambio histórico con la economía en crisis
La llegada de Rodrigo Paz a la presidencia de Bolivia, tras casi dos décadas de dominio del Movimiento al Socialismo (MAS), representa un giro histórico en la política y la economía del país. Su mandato comienza con un panorama frágil: inflación anual superior al 20 %, reservas internacionales en mínimos históricos, un déficit fiscal crónico y una producción de gas natural en caída libre. Según El País, el modelo rentista y estatal basado en los hidrocarburos “se ha agotado por completo”, y el país enfrenta la urgencia de redefinir su matriz productiva y financiera.
Los mercados internacionales ya han reaccionado con cautela optimista. Bonos soberanos bolivianos mostraron repuntes previos a la elección ante la expectativa de reformas orientadas al mercado. Sin embargo, los analistas coinciden en que el margen de maniobra será corto y que la estabilización dependerá de una gestión política y técnica altamente coordinada.
“Capitalismo para todos”: la propuesta de Rodrigo Paz
El nuevo presidente ha definido su plan de gobierno bajo el lema “capitalismo para todos”, una fórmula que busca equilibrar el impulso a la inversión privada con el mantenimiento de programas sociales emblemáticos. Su agenda incluye reducir gradualmente los subsidios energéticos, fortalecer la pequeña y mediana empresa, atraer inversión extranjera y modernizar los sectores de litio, minería e hidrocarburos.
De acuerdo con The Wall Street Journal, Paz propone un “modelo de crecimiento inclusivo y abierto” que pretende recuperar la confianza de los mercados sin abandonar la protección social. El reto será implementar estos cambios en un entorno político dividido, sin mayoría parlamentaria y con amplias expectativas sociales.
Las oportunidades: litio, energía y diversificación productiva
Bolivia concentra una de las mayores reservas mundiales de litio y minerales críticos, clave para la transición energética global. Según Americas Market Intelligence, la apertura a nuevos esquemas de asociación público-privada podría atraer inversiones por miles de millones si se garantizan reglas claras y estabilidad jurídica.
A la par, la diversificación energética se vuelve urgente. Con la caída de la producción de gas, el país busca promover energías renovables, manufactura de valor agregado y tecnología verde. Paz ha adelantado que su administración priorizará proyectos de inversión sostenible y reconversión productiva en regiones gasíferas.
Los riesgos: deuda, gobernabilidad y presión social
El mayor desafío inmediato será fiscal. Bolivia enfrenta altos subsidios, deuda creciente y reservas internacionales críticas. Según Reuters, varios economistas consideran inevitable un acercamiento al Fondo Monetario Internacional (FMI) para estabilizar las finanzas públicas y recuperar la confianza externa.
Pero el riesgo más sensible será social y político. Pasar de un modelo estatal a uno mixto puede generar resistencia, especialmente en sindicatos y comunidades que fueron base del MAS. Expertos de Chatham House advierten que si las reformas son percibidas como ajustes duros, el nuevo gobierno podría enfrentar protestas antes de consolidar su agenda.
Escenarios a corto y mediano plazo
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Escenario optimista: Paz logra acuerdos con organismos internacionales, estabiliza las cuentas fiscales y recupera el crecimiento hacia 2026 (3 %–4 %).
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Escenario intermedio: Avances parciales en reformas y control de inflación, pero con bajo crecimiento y tensiones sociales.
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Escenario adverso: Reformas bloqueadas, reservas agotadas y persistencia de subsidios; riesgo de recesión y pérdida de credibilidad internacional.
Rodrigo Paz hereda un país con desequilibrios profundos, pero también con oportunidades inéditas en minería, energía y capital humano. Su éxito dependerá de la rapidez con la que logre estabilizar la economía, construir consensos políticos y atraer inversión responsable. El viraje promercado podría marcar el inicio de un nuevo ciclo de desarrollo para Bolivia… o convertirse en otro intento frustrado de reforma en un país atrapado entre la urgencia económica y la memoria de su pasado estatista.






