La reorientación de la flota pesquera china en Sudamérica está modificando rutas, puertos y equilibrios estratégicos, con un creciente impacto en las operaciones marítimas del Pacífico sur.
Una operación que dejó de ser temporal
La presencia de la flota pesquera china frente a las costas sudamericanas se consolidó como una actividad permanente. Lo que antes era un tránsito estacional dio paso a un despliegue sostenido, respaldado por subsidios, mayor esfuerzo pesquero y prácticas que han generado preocupación por su impacto ambiental y económico. Registros satelitales muestran un incremento significativo de actividad en el Pacífico sur durante la última década.
Retrocesos logísticos en la región y nuevas rutas
Montevideo llegó a ser el principal centro de abastecimiento en el Atlántico sur, con más de 300 ingresos al año. Tras un incendio en un dique seco, la capacidad de mantenimiento se redujo y el flujo cayó a cerca de la mitad.
En el Pacífico, Perú fortaleció su regulación luego de detectar actividades ilegales dentro de su Zona Económica Exclusiva en 2018. Entre las medidas adoptadas se incluyó el uso obligatorio de un sistema satelital estatal para monitoreo pesquero. La negativa de la flota china a operar con este sistema provocó que sus embarcaciones dejaran de usar puertos peruanos, y en 2024 el país cerró definitivamente su acceso.
Mayor esfuerzo en el mar y señales de sobreexplotación
Entre 2014 y 2020, las horas de operación de la flota china aumentaron de 278,000 a más de 1.2 millones. Aunque existen variaciones anuales, la tendencia general indica una operación más extensa y exigente: más horas de navegación, estancias prolongadas y distancias crecientes para obtener capturas equivalentes. Este tipo de comportamiento suele asociarse a la disminución de especies como el calamar gigante, clave para la economía pesquera regional.
Chile emerge como nuevo centro de operaciones
Desde mediados de 2024, los puertos del norte de Chile, especialmente Arica e Iquique, comenzaron a recibir embarcaciones chinas con una frecuencia sin precedentes. El cambio fue notorio: de no registrar ingresos en 2023, pasaron a más de dos decenas en el primer semestre de 2024. En paralelo, Perú pasó de 61 ingresos a cero.
Entre las naves que atracan en puertos chilenos figuran embarcaciones con antecedentes de sanciones internacionales por pesca ilegal, trabajo forzado y otras prácticas controvertidas. Para las comunidades pesqueras chilenas, este escenario implica competencia desigual frente a una flota subsidiada y con niveles mínimos de trazabilidad.
Infraestructura tecnológica y expansión marítima: un movimiento simultáneo
La nueva dinámica portuaria coincide con el avance de infraestructura tecnológica de origen chino en Chile. El proyecto del cable submarino Chile–China Express, que conectaría el país con Hong Kong, generó alertas debido a riesgos regulatorios asociados a leyes chinas que obligan a empresas a colaborar con sus servicios de inteligencia.
Especialistas vinculan esta simultaneidad a una estrategia mayor: la seguridad alimentaria es una prioridad para China, y en su política exterior combina factores logísticos, tecnológicos y marítimos para facilitar el acceso a recursos pesqueros.
Más opacidad con banderas de conveniencia
La región también registra el aumento de embarcaciones con bandera de países sin tradición pesquera, como Camerún o Vanuatu. Aunque enarbolan esos pabellones, muchas de estas naves son construidas, operadas y tripuladas desde China, dificultando la fiscalización. En enero de 2025, una de ellas fue detectada realizando pesca ilegal dentro de la Zona Económica Exclusiva argentina.
Un desafío compartido para Sudamérica
La sobreexplotación de especies clave coincide con el debilitamiento de los mecanismos internacionales que regulan la pesca en alta mar. Imágenes satelitales de 2024 y 2025 registran mayores concentraciones de actividad cerca de zonas ecológicamente sensibles, incluido el entorno de Magallanes.
La flota china no retrocede: se redistribuye. Montevideo pierde protagonismo, Perú endurece controles y Arica surge como un nuevo punto crítico. Para Sudamérica, el reto vuelve a ser equilibrar sostenibilidad, control marítimo y competitividad frente a una de las flotas más extensas y menos transparentes del mundo.






