En un escenario de transición macroeconómica global, los mercados latinoamericanos comienzan a atraer nuevamente la atención de los inversionistas internacionales, impulsados por estabilidad monetaria y factores estructurales.
Durante años, las bolsas de mercados emergentes ofrecieron más promesas que resultados. Pero en 2025, los inversionistas están volviendo la vista hacia el sur. El índice MSCI de América Latina acumula una rentabilidad del 6,32 % en lo que va del año, con desempeños destacados en Brasil, México, Colombia y Chile. Esta recuperación bursátil va de la mano con monedas locales más estables, políticas monetarias adelantadas y una mejora en el entorno externo.
Más allá del buen momento macroeconómico, hay factores estructurales que consolidan el atractivo: la región es clave en energía, alimentos y materias primas, sectores estratégicos en un mundo de tensiones geopolíticas. México, por ejemplo, se beneficia del “nearshoring” por su cercanía con Estados Unidos, lo que impulsa la inversión extranjera.
Sin embargo, el interés por América Latina no está exento de riesgos. La profundidad limitada de sus mercados y la incertidumbre política en algunos países obligan a una apuesta selectiva. Para muchos gestores globales, la clave está en identificar fundamentos sólidos, más allá del corto plazo. En medio de un dólar debilitado, el sur vuelve a tener protagonismo.






