Por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar
Si hay algo que he aprendido en todos estos años trabajando con empresas familiares, es que el gran desafío no es solo hacer crecer el negocio, sino también lograr que las diferentes generaciones convivan sin que la empresa se transforme en un campo de batalla. Y esto es válido tanto para los más jóvenes como para los mayores. La clave está en algo que parece simple pero que, en la práctica, cuesta mucho: reconocer y valorar al otro.
Es fácil decirlo, pero ¿realmente lo hacemos? A veces los jóvenes miran a los mayores como si fueran dinosaurios incapaces de adaptarse, y los mayores ven a los jóvenes como inexpertos que quieren cambiar todo sin entender cómo se hacen las cosas «de verdad». Si esta dinámica no se rompe, la empresa familiar se convierte en un problema en lugar de ser un legado.
Reconocimiento y valoración: un camino de ida y vuelta
Para que la convivencia en la empresa familiar sea armónica, es fundamental que todas las generaciones reconozcan y valoren el aporte del otro. No alcanza con que los mayores esperen respeto por lo que han construido, ni que los jóvenes exijan espacio solo por ser el «futuro». Es un ida y vuelta: los mayores deben aprender a ver el potencial de los jóvenes, y los jóvenes deben comprender y respetar la experiencia de los mayores.
- Valorar el legado de los mayores
Para los más jóvenes, un mensaje claro: la empresa que hoy está en sus manos no salió de la nada. Detrás hay una historia de esfuerzo, sacrificio y decisiones que, acertadas o no, permitieron que hoy la empresa exista. Los mayores no llegaron hasta aquí por casualidad. Aprendieron a los golpes, tomaron decisiones en contextos que quizás ni siquiera existan hoy, y lograron que la empresa sobreviva y crezca. Ese camino merece reconocimiento. No significa que todo lo que hicieron fue perfecto, pero descalificar su experiencia es un error enorme.
Una empresa familiar es, en muchos casos, el sueño de una o varias generaciones. Desconocer ese esfuerzo puede ser visto como una falta de respeto y generar resistencia a cualquier cambio que los jóvenes quieran impulsar. Cuando los mayores sienten que su trabajo es reconocido, están más abiertos a escuchar nuevas ideas.
- Reconocer la capacidad de los jóvenes
Por otro lado, los mayores deben entender que los jóvenes tienen algo que ellos no tenían cuando arrancaron: formación, tecnología, nuevas perspectivas y un mundo que cambia a una velocidad sin precedentes. Lo que antes funcionaba, puede no ser lo mejor hoy. Negarse al cambio solo por miedo o por costumbre es una forma de frenar el crecimiento de la empresa.
Muchos empresarios me dicen: «Pero, Juan Carlos, yo sé cómo se hace, toda la vida lo hice así y funcionó». Y sí, funcionó en un contexto determinado. Pero los mercados evolucionan, las necesidades de los clientes cambian, la tecnología avanza. Si no le damos espacio a los jóvenes para aportar su visión y habilidades, estamos hipotecando el futuro de la empresa.
Construyendo un puente entre generaciones
Para que la empresa familiar prospere, hay que trabajar en la construcción de un puente sólido entre generaciones.
- Espacios de diálogo real
Es clave generar espacios de diálogo donde todas las voces sean escuchadas. No reuniones donde los mayores imponen y los jóvenes acatan, ni encuentros donde los jóvenes desafían sin fundamento. Un espacio de diálogo real es donde las ideas se ponen sobre la mesa con argumentos y respeto.
- Aprender a ceder
Ni los mayores tienen siempre la razón ni los jóvenes deben hacer todo a su manera. La flexibilidad y la capacidad de ceder en algunos puntos son esenciales. El ego es el peor enemigo de la empresa familiar. Cuando el foco está en ganar una discusión en lugar de buscar la mejor solución para la empresa, todos pierden.
- Planificación de la continuidad
Uno de los grandes problemas en la empresa familiar es que muchas veces no se planifica la transición de una generación a otra. Esperar hasta que la situación se vuelva crítica para hablar de sucesión es un error. Desde el momento en que una nueva generación se incorpora, se debe empezar a preparar el camino para el traspaso de responsabilidades.
- La importancia de la formación conjunta
Una buena práctica para reducir la brecha generacional en la empresa familiar es que tanto los mayores como los más jóvenes se capaciten juntos. Existen programas de formación en liderazgo intergeneracional, estrategias de sucesión y gestión del cambio que pueden ser muy útiles para encontrar un lenguaje común.
- Implementar estructuras de trabajo claras
Muchas empresas familiares no tienen un organigrama bien definido y eso puede generar conflictos cuando las funciones y responsabilidades no están claras. Establecer una estructura de trabajo con roles definidos ayuda a que cada generación entienda su espacio y contribución en la empresa.
- Crear una cultura de retroalimentación y aprendizaje
El aprendizaje debe ser continuo. Los jóvenes pueden aprender de la experiencia de los mayores, pero también los mayores pueden beneficiarse de las nuevas perspectivas y conocimientos tecnológicos de los jóvenes. Implementar una cultura de retroalimentación mutua fomenta el respeto y el crecimiento conjunto.
- Definir una visión compartida
Una empresa familiar debe tener claro cuál es su propósito y hacia dónde quiere ir. Si cada generación tiene una idea diferente de lo que significa el éxito para la empresa, habrá fricciones inevitables. Trabajar juntos en definir una visión común permite alinear esfuerzos y generar confianza entre generaciones.
- Manejar los conflictos de manera saludable
Los conflictos intergeneracionales son inevitables, pero lo que importa es cómo se manejan. Establecer procesos claros para resolver diferencias evita que los problemas se acumulen y terminen afectando la dinámica familiar y empresarial. Contar con mediadores externos o consultores especializados puede ayudar a facilitar conversaciones difíciles.
Conclusión: todos tenemos algo que aportar
Las empresas familiares que logran sobrevivir y crecer son aquellas que entienden que cada generación tiene un rol importante. Los mayores aportan experiencia, conocimiento del negocio y la cultura de la empresa. Los jóvenes traen innovación, nuevas herramientas y una mirada fresca.
El secreto para la convivencia armoniosa en la empresa familiar no está en imponer una visión sobre la otra, sino en construir un equilibrio donde todos se sientan reconocidos y valorados.
Si en su empresa están atravesando dificultades generacionales, recuerde que hay formas de trabajar este desafío. La clave está en el diálogo, la humildad y la apertura al cambio. No es fácil, pero cuando se logra, la recompensa es enorme: una empresa sólida, en crecimiento y con un legado que trasciende generaciones.






