Cuba intenta salvar su economía con una nueva estrategia turística para captar divisas

El régimen cubano permite por primera vez que una cadena extranjera gestione directamente un hotel estatal, en un giro que busca frenar la crisis de liquidez y recuperar la confianza de los inversionistas.

Ante la crisis de liquidez y la pérdida de credibilidad financiera, el régimen cubano ha lanzado una nueva estrategia para captar divisas frescas: otorgar mayor autonomía a las empresas extranjeras en el sector turístico. El primer paso de este viraje se concretó el 17 de octubre, cuando la agencia española EFE confirmó la firma del primer contrato de arrendamiento hotelero entre el Gobierno e Iberostar para el hotel Origin Laguna Azul, en Varadero. El acuerdo comenzará a aplicarse el 1 de enero de 2026 y marca un precedente en la gestión turística de la isla.

Por primera vez, una cadena extranjera podrá alquilar directamente una instalación estatal y operarla de manera autónoma. Según el economista cubano Pavel Vidal, esta medida busca “ofrecer a los inversores internacionales un marco de mayor seguridad jurídica y operativa”, empezando por el turismo, un sector con inversiones millonarias que aún no logran generar los retornos esperados.

El movimiento ocurre en un contexto de tensiones financieras crecientes. En junio de 2025, la patronal catalana Foment del Treball denunció impagos del régimen por más de 350 millones de euros a casi 300 empresas españolas, en su mayoría pymes. A esto se suman deudas pendientes con China y Argentina, lo que ha deteriorado la confianza de los socios comerciales.

El espejismo del turismo como “locomotora” económica

Durante la feria FITCuba 2025, el primer ministro Manuel Marrero adelantó que el arrendamiento de instalaciones turísticas estatales sería una de las medidas “más audaces” para reanimar la industria. Con este modelo, el Estado actúa como propietario-arrendador, mientras las cadenas asumen la gestión completa del negocio a cambio de pagos en divisas. Sin embargo, los resultados del sector muestran un panorama desalentador.

En 2024, Cuba invirtió más de 1 500 millones de dólares en nuevos hoteles, incluso en plena crisis energética y alimentaria. Pero el país cerró el año con apenas 2.2 millones de visitantes, muy por debajo de los 4.7 millones registrados en 2018. Las proyecciones para 2025 son aún peores: apenas 1.8 millones de turistas, la cifra más baja del siglo fuera del periodo de pandemia.

La tasa de ocupación hotelera se hundió al 21.5 %, y el economista Pedro Monreal calificó la situación como “el sexto mal año consecutivo” del sector. “La inversión en hoteles representó la mitad de la inversión total en La Habana en 2023, diez veces más que en energía y más de setenta veces más que en servicios comunales. ¿Qué podría salir mal?”, ironizó en sus redes sociales.

Un modelo de supervivencia

La nueva fórmula de arrendamiento intenta no solo generar ingresos inmediatos, sino también revitalizar la imagen del turismo cubano, golpeada por la falta de mantenimiento, la escasez de insumos y la inseguridad. “El turista que viene, casi ninguno repite. El estado del patrimonio y la cantidad de personas sin trabajo visible en las calles son un choque”, relató un guía habanero citado por elTOQUE.

Las negociaciones con cadenas internacionales se realizan de forma confidencial, sin tarifas ni plazos públicos definidos. Los primeros ensayos se concentrarán en Varadero, La Habana y los cayos del norte. Aunque el régimen presenta la medida como una innovación, todo indica que se trata de una reacción desesperada ante la falta de divisas y el colapso productivo interno.

Más que una apertura económica real, el paso parece una admisión de fracaso: Cuba apostó todo al turismo, y ahora intenta sobrevivir alquilando lo que antes consideraba intocable. La gran duda es si este intento logrará recuperar la confianza de los inversionistas o si solo ofrecerá un alivio temporal a una economía que sigue al borde del colapso.