Desde alimentos hasta tecnología y bienes raíces, capitales chinos se han hecho con compañías emblemáticas estadounidenses, encendiendo alertas sobre soberanía y control estratégico.
Durante décadas, el sello “Made in USA” fue sinónimo de poder económico, innovación y liderazgo global. Hoy, sin embargo, ese dominio enfrenta un cambio silencioso pero profundo: más de diez grandes empresas estadounidenses han pasado a manos chinas en los últimos años, en sectores que van desde la alimentación hasta la tecnología y los bienes raíces.
De la carne porcina al poder inmobiliario
Uno de los casos más simbólicos fue el de Smithfield Foods, el mayor productor de carne porcina en EE. UU., adquirido en 2013 por WH Group, el mayor procesador de carne de cerdo de China. La compra incluyó no solo plantas industriales, sino también extensas tierras agrícolas.
En el sector inmobiliario, Anbang Insurance Group compró el icónico Waldorf Astoria de Nueva York y, más tarde, la cadena Strategic Hotels & Resorts. Otro ejemplo fue HNA Group, que adquirió un rascacielos en Manhattan por más de 2.200 millones de dólares.
Tecnología y saber industrial en manos extranjeras
En 2016, el gigante de electrodomésticos Haier compró GE Appliances por 5.400 millones de dólares. Aunque las operaciones siguen en EE. UU., la propiedad y las decisiones se toman desde China.
En tecnología, la compra de Motorola Mobility por parte de Lenovo en 2014 representó no solo la adquisición de una marca icónica, sino el acceso a décadas de innovación en comunicaciones móviles desarrollada por Google.
Sectores estratégicos bajo la lupa
También el sector automotriz ha visto cambios: Nexteer Automotive y Henniges Automotive —ambas proveedoras clave— fueron adquiridas por el conglomerado estatal chino AVIC, que también se quedó con Cirrus Aircraft, fabricante de jets privados, generando preocupación en sectores vinculados a la seguridad nacional.
¿Globalización o pérdida de control?
Para algunos, estas compras responden a una economía global interconectada. Para otros, se trata de una pérdida progresiva de soberanía económica y tecnológica. El hecho de que muchos de estos conglomerados estén alineados con el Estado chino eleva las preocupaciones en Washington.
Un debate que recién empieza
La creciente influencia de China sobre activos estratégicos en EE. UU. abre un debate geopolítico complejo. ¿Hasta qué punto puede cederse el control de empresas clave sin comprometer la seguridad nacional o la autonomía industrial?