El Instituto Nacional de Estadística reporta un decrecimiento de 2,4% en el primer semestre de 2025, afectado por bloqueos políticos y menor dinamismo en hidrocarburos y minería.
Bolivia registró un crecimiento negativo del Producto Interno Bruto (PIB) de -2,4% en el primer semestre de 2025, según informó el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este decrecimiento se atribuye a una coyuntura política desfavorable y al “exceso de bloqueos” que interrumpieron el transporte y la cadena productiva del país.
De acuerdo con datos históricos del Banco Mundial, Bolivia no experimentaba un decrecimiento económico en condiciones normales desde 1986, cuando su PIB cayó 2,6%. A excepción de 2020 por la emergencia sanitaria del Covid-19, la economía había mantenido un crecimiento promedio de 3,9% anual en la última década. Las cifras del INE contrastan con la proyección del Gobierno de Luis Arce, que en noviembre de 2024 estimó un crecimiento de 3,51% para 2025 según el Presupuesto General del Estado.
El director del INE, Humberto Arandia, explicó que los bloqueos de caminos registrados en marzo, mayo y junio afectaron no solo al transporte, sino a toda la cadena productiva. “Si bien estamos con una tasa negativa de 2,40%, esperamos una recuperación gradual en los próximos trimestres”, afirmó. Las actividades extractivistas, hidrocarburos y minería sufrieron la mayor caída, con un -12,98%. Otros sectores en contracción incluyen comercio (-5,18%), actividades inmobiliarias (-3,56%), suministro de electricidad y agua (-2,45%), transporte y comunicaciones (-2,24%), y administración pública, salud y educación de no mercado (-0,90%).
En contraste, sectores como agricultura, silvicultura, ganadería y pesca crecieron 3,71%, financieros y seguros 2,59%, alojamiento y servicios de comidas y bebidas 2,38%, industria manufacturera 0,80%, actividades comunales y personales 0,52%, y construcción 0,46%.
La economía boliviana atraviesa un periodo de menor dinamismo desde 2014, afectada por la caída de los precios internacionales del gas y la reducción de las exportaciones. Durante la última década, el país mantuvo un modelo basado en la redistribución del excedente hidrocarburífero, lo que permitió sostener gasto público y subsidios. Sin embargo, la disminución sostenida de reservas de gas, la caída en la producción y el aumento del déficit fiscal han limitado la capacidad del Estado para mantener inversión y transferencias, generando desequilibrio en las finanzas públicas.
Desde 2023, los efectos de la desaceleración se reflejaron en restricciones a transacciones bancarias en dólares, surgimiento de un mercado paralelo de divisas, aumento de precios de alimentos y periodos de escasez de combustible que afectaron transporte y agricultura. Este panorama evidencia el agotamiento del modelo basado en la bonanza gasífera, ahora enfrentado a menor ingreso externo, presiones inflacionarias y un mercado cambiario tensionado.
Con el balotaje presidencial a cuatro días de celebrarse, diversos sectores expresaron su preocupación por la situación económica y la incertidumbre sobre futuras inversiones. Según proyecciones del Banco Mundial, Bolivia podría permanecer en recesión al menos hasta 2027, con caídas del PIB de -1,1% y -1,5%, lo que plantea un desafío significativo para el próximo Gobierno.






