El megaproyecto Rogfast transformará la conectividad del país escandinavo con un túnel de 27 kilómetros a casi 400 metros bajo el mar, reduciendo a la mitad los tiempos de viaje entre norte y sur.
Europa vuelve a apostar por la infraestructura como motor de desarrollo. Esta vez, el protagonismo recae en Noruega, donde se construye el túnel submarino Rogfast, una de las obras de ingeniería más ambiciosas del planeta. Con una inversión estimada en 1.900 millones de euros, el proyecto promete ser el más largo y profundo del mundo, alcanzando una profundidad de 392 metros y una longitud total de 26,7 kilómetros.
El objetivo principal es acelerar la conexión entre el norte y el sur del país, actualmente interrumpida por los fiordos que obligan a usar siete ferris a lo largo de la carretera E39. Con el Rogfast, el trayecto entre Trondheim y Kristiansand se reducirá de 21 a solo 10 horas, impulsando el transporte de mercancías, la movilidad turística y el comercio interno.
La obra, gestionada por la Administración Noruega de Carreteras Públicas, contempla cuatro carriles y emplea tecnología avanzada de excavación bajo el lecho marino. Los trabajos, iniciados en 2018 y suspendidos temporalmente por la pandemia, tienen como fecha de finalización el año 2033.
El modelo de financiamiento combina recursos públicos (40%) y privados (60%), a través del cobro de una tarifa de 30 euros por vehículo. Este esquema busca asegurar la sostenibilidad financiera sin comprometer el flujo comercial ni el avance hacia una movilidad más limpia y eléctrica.
El Rogfast no solo representa un desafío técnico, sino también un símbolo de la nueva era de megaproyectos europeos, donde la innovación en infraestructura se vincula estrechamente con la integración regional, la eficiencia energética y la resiliencia económica.






