Con una inversión privada en Yucatán y mejoras portuarias en Sonora, México empieza a recuperar terreno en una industria que había dejado de lado. Las oportunidades logísticas, energéticas y comerciales reconfiguran su papel en el comercio marítimo.
Mientras el megaproyecto del astillero de Fincantieri en Yucatán sigue en pausa, una inversión mucho más modesta ya está marcando un antes y un después en el puerto de Progreso. La empresa local Diques Peninsulares (Dipensa) ha puesto en marcha un astillero funcional que atiende plataformas petroleras y se proyecta a competir en el mantenimiento de embarcaciones de gran tonelaje. Con apenas 300 millones de pesos invertidos hasta ahora, el proyecto ha activado 152 metros lineales de muelle para barcos de hasta 7 metros de calado, y ya atiende a la plataforma ‘West Titania’ proveniente de Singapur.
Este avance, respaldado por la Secretaría de Marina y autoridades locales, representa el primer paso de un plan más ambicioso. La empresa planea una zona de reparación en seco para 2027 y una inversión total de 1.600 millones de pesos (unos 80 millones de dólares) hacia 2030. El objetivo: atender hasta seis embarcaciones en tierra de manera simultánea, además de las que lleguen a muelle. Para ello, ya comenzaron a capacitar mano de obra especializada en soldadura naval, en alianza con instituciones educativas de la región.
A más de 2.000 km de ahí, el puerto de Guaymas, Sonora, también se revitaliza gracias al interés de Arizona, un estado industrializado sin salida al mar que busca alternativas a los congestionados puertos de California. Las mejoras en infraestructura y vías férreas han hecho de Guaymas un socio logístico atractivo, especialmente en el contexto del auge de la industria de semiconductores. TSMC, la mayor fabricante mundial de chips, construye una megaplanta en Arizona, mientras que Ford, desde su planta en Hermosillo, ya reduce costos de exportación enviando vehículos a Sudamérica vía marítima desde ese puerto.
Esta recuperación del sector portuario mexicano se enmarca en el llamado Plan México, que contempla más de 32.000 millones de pesos en inversiones públicas para modernizar puertos como Ensenada y Acapulco. En paralelo, CFE avanza con una granja solar en Puerto Peñasco que entregará hasta 1.000 MW de energía limpia, un atractivo adicional para inversionistas que priorizan manufactura de bajo carbono.
La comparación con otros países pone en evidencia el potencial desaprovechado: México, con 9.300 km de litoral, genera solo 10.000 millones de dólares anuales en actividad portuaria; Singapur, con apenas 193 km de costa, factura cerca de 40.000 millones de dólares. Esa brecha podría reducirse si el país aprovecha su ubicación estratégica, diversifica su oferta portuaria y fortalece alianzas con actores clave del comercio internacional.
En ese contexto, se espera la visita del primer ministro de Singapur, Lawrence Wong, en noviembre. Una oportunidad clave para conectar con uno de los modelos portuarios más exitosos del mundo. La lección es clara: no se necesita una inversión gigantesca para comenzar a transformar una industria. A veces, basta con visión, logística y una grúa bien colocada.






