En el frente energético, la administración Trump se prepara para lanzar un paquete de órdenes ejecutivas orientadas a reforzar el suministro de energía, especialmente enfocado en la industria de inteligencia artificial.
Los mercados financieros atraviesan un momento de alta complejidad y dinamismo, marcado por la euforia de máximos históricos en los índices estadounidenses, la creciente expectativa de recortes de tasas de interés, tensiones geopolíticas latentes y un ciclo mixto de datos macroeconómicos a nivel global. En este contexto, las decisiones de política monetaria, las iniciativas fiscales, el comportamiento del sector tecnológico y los movimientos estratégicos entre potencias económicas delinean un nuevo mapa de riesgos y oportunidades para los inversores.
En Estados Unidos, el S&P 500 y el Nasdaq han alcanzado nuevos máximos históricos, con el Nasdaq ($QQQ) marcando su precio de cierre más alto por tercer día consecutivo y el S&P 500 registrando su segundo cierre más alto en la historia. Este rally ha sido impulsado principalmente por acciones tecnológicas, reafirmando el carácter estrecho del mercado alcista actual. Bank of America, a través de su estratega Michael Hartnett, ha señalado que el S&P 500 se encuentra en camino de protagonizar su séptima gran ruptura desde 1990, aunque con la menor participación de acciones en máximos históricos: solo 22, en comparación con las 67 de enero de 2024 o las 97 de marzo de 2013. Este fenómeno refuerza la advertencia del banco sobre un creciente riesgo de burbuja especulativa, alimentada por expectativas de recortes de tasas e ingresos de capital que ya suman 164.000 millones de dólares en lo que va de año, cifra que podría convertir a 2025 en la tercera mayor entrada anual en la historia de la renta variable estadounidense.
Este impulso ha estado acompañado de una ola de FOMO (miedo a perderse algo) entre los inversores, quienes han dirigido capital hacia acciones de alta beta y balances débiles, ignorando amenazas como los aranceles, una posible desaceleración económica y tensiones geopolíticas. JPMorgan ha reportado que los inversores minoristas inyectaron 3.200 millones de dólares en acciones la semana pasada, marcando la mayor entrada semanal reciente. Curiosamente, la mayor parte de estos flujos se ha dirigido a ETF diversificados, oro y energía, mientras que las acciones tecnológicas y financieras han registrado salidas, evidenciando una rotación estratégica dentro del mercado. A pesar de la euforia, el interés por las “Magnificent 7” se mantiene moderado, con una asignación de apenas el 2%.
Desde el ámbito de política monetaria, las expectativas de un recorte de tasas por parte del FOMC en septiembre se han disparado al 94%, aunque la mayoría de los miembros de la Reserva Federal aún se oponen a una reducción en julio, según reportes de Bloomberg. Barclays, por su parte, prevé que la Fed culminará su proceso de ajuste cuantitativo (QT) hacia marzo de 2026, momento en que las reservas bancarias representarían apenas el 11,5% de los activos en circulación. Esta combinación de política monetaria expansiva y señales de desaceleración en la inflación ha generado un entorno propicio para que los mercados reanuden operaciones con una fuerte exposición a los temas seculares dominantes.
Goldman Sachs, a través de Wilson, respondió a la interrogante de cómo los mercados han mostrado tanta resiliencia frente a la incertidumbre geopolítica, señalando que EE. UU. se ha reposicionado como una fuerza menos aislacionista, que la amenaza a la estabilidad energética ha resultado más débil de lo esperado, y que los precios del crudo más bajos, junto con una inflación controlada, allanan el camino para una flexibilización monetaria más agresiva.
En el frente energético, la administración Trump se prepara para lanzar un paquete de órdenes ejecutivas orientadas a reforzar el suministro de energía, especialmente enfocado en la industria de inteligencia artificial. Además, fuentes citadas por Tass indican que la OPEP+ discutirá un posible aumento de producción el próximo 6 de julio, en una coyuntura donde el crudo ha perdido tracción como catalizador inflacionario.
En política exterior, Estados Unidos mantiene una activa agenda diplomática. El secretario de Estado, Rubio, tiene programado un viaje a Japón en julio, mientras que el Departamento de Comercio ha confirmado avances clave con China. Ambas naciones, tras reuniones en Londres, acordaron mantener una comunicación estrecha y avanzar en la eliminación de medidas restrictivas. Se anticipa una aprobación por parte de China de solicitudes de exportación de artículos controlados, en paralelo a la cancelación de medidas estadounidenses. Bloomberg ha confirmado que se firmó una tregua comercial entre ambos países y que 10 nuevos acuerdos están en negociación. Esta distensión ha acelerado también la perspectiva de mayores exportaciones de tierras raras desde China hacia EE. UU., lo cual constituye un avance estratégico en cadenas de suministro tecnológicas.
No obstante, el entorno sigue expuesto a potenciales fricciones. La Casa Blanca ha declarado que la fecha límite del 9 de julio respecto a los aranceles de Trump “no es crítica”, mientras que persiste la cautela entre los socios comerciales de EE. UU., especialmente en India, cuyo equipo de comercio ya se encuentra en Washington para conversaciones clave.
Desde el sector corporativo, Nike reportó resultados en su cuarto trimestre fiscal, con ingresos por 11.100 millones de dólares frente a una expectativa de 10.720 millones, pero mostrando una caída interanual del 12%. Las ganancias por acción ajustadas se ubicaron en 0,14 dólares, también por debajo del consenso, reflejando un descenso del 86% frente al año anterior.
En Europa, los datos de confianza económica reflejan una tendencia mixta. La confianza del consumidor de la eurozona se mantuvo en -15,3 en junio, en línea con las previsiones, mientras que la confianza económica general en mayo se debilitó a 94,0 frente al 94,8 esperado. La confianza industrial también cayó a -12,0 desde -10,3 en abril, por debajo del consenso que anticipaba -10,0, en contraste con el sector servicios, que sorprendió al alza con un dato de 2,9 frente a una expectativa de 1,6. En Francia, el índice de precios al consumidor (IPC) registró un incremento anual del 0,9% en junio, por encima del 0,8% estimado, y un aumento mensual del 0,3%, también superior al 0,1% proyectado, lo cual podría reavivar los debates sobre la política monetaria del BCE.
España también mostró una ligera aceleración inflacionaria, con un IPC adelantado del 2,2% anual en junio, dos décimas por encima de mayo, lo que añade presión al Banco Central Europeo en cuanto al ritmo y magnitud de sus decisiones futuras.
En Asia, Japón continúa experimentando una moderación en la inflación, particularmente en Tokio, donde los costos energéticos se han enfriado en vísperas de elecciones clave. Este fenómeno podría abrir espacio para una postura más expansiva por parte del Banco de Japón si se consolida la tendencia de debilitamiento de precios.
En contraste, los datos provenientes de China reflejan una alarmante debilidad en el sector industrial. Las ganancias industriales cayeron un 9,1% interanual en los primeros cinco meses del año, marcando la mayor contracción mensual desde octubre del año pasado, cuando el retroceso fue del 10%. Estas cifras sugieren una presión estructural sobre las fábricas, minas y empresas públicas, justo en momentos en que el país intenta sostener la recuperación post-pandemia mediante estímulos internos y mayores exportaciones hacia EE. UU.
El panorama actual refleja una clara desconexión entre la exuberancia de los mercados y los fundamentos macroeconómicos. Si bien los flujos de capital, las expectativas de estímulo y el posicionamiento geopolítico de EE. UU. han servido como catalizadores para los activos de riesgo, persiste un desequilibrio potencialmente insostenible, especialmente ante una concentración excesiva del rally en el sector tecnológico y señales incipientes de sobrevaloración. El aumento de la participación minorista, combinado con políticas fiscales y monetarias en transición, podría derivar en un episodio de volatilidad aguda si las expectativas de recortes no se materializan o si reaparecen riesgos exógenos como nuevos aranceles o tensiones energéticas.
A corto plazo, el entorno sigue siendo favorable para los activos de riesgo, siempre que se mantenga la narrativa dovish de los bancos centrales. No obstante, para la segunda mitad de 2025, el riesgo de una corrección significativa aumenta, especialmente si los mercados se topan con sorpresas inflacionarias, decepciones en resultados empresariales o un giro inesperado en política comercial. En este escenario, los inversores más sofisticados deberían considerar estrategias defensivas, rotación sectorial y cobertura ante eventos extremos. La resiliencia no equivale a inmunidad, y los mercados, aunque eufóricos, siguen caminando sobre un delgado equilibrio entre estímulo, narrativa y realidad económica.






