El continente apuesta por el hidrógeno verde como el combustible del futuro, y propone una estrategia inédita para financiar su red de distribución sin sobrecargar a los pioneros.
Europa se prepara para la mayor transformación energética de su historia. En medio de la crisis provocada por la dependencia de combustibles fósiles y la urgencia por mitigar el cambio climático, la región avanza con un ambicioso plan basado en el hidrógeno verde, un combustible sostenible que no produce emisiones contaminantes.
El mercado europeo de carburantes ecológicos ya representa cerca del 55 % del volumen global. A pesar de los altos costos y la falta de infraestructura, el interés por estas tecnologías ha crecido de forma acelerada, y ahora los países buscan una solución conjunta para financiar su despliegue.
La propuesta más reciente proviene de ACER (Agencia para la Cooperación de los Reguladores de la Energía), que sugiere un mecanismo de asignación intertemporal. Este permitiría que los gastos en infraestructura —como las costosas redes de distribución de hidrógeno— se repartan entre los países que la usan hoy y los que la usarán en el futuro. Así, la inversión no recaería solo en los primeros adoptantes.
La lógica es clara: si el hidrógeno será el combustible común de mañana, todos deben contribuir a construir su red, incluso quienes hoy no tienen capacidad de uso pero lo harán a mediano o largo plazo. Esta fórmula reduciría el riesgo financiero y garantizaría una transición menos traumática, en un contexto donde la demanda aún es difícil de predecir.
En este nuevo escenario, España se posiciona como un actor clave. Según el informe Energy Transition Outlook de DNV, se espera que Europa demande 28 millones de toneladas de hidrógeno por año en 2050. España podría generar 2,5 millones de toneladas anuales, es decir, cerca del 10 % del total, gracias a sus potenciales yacimientos y capacidad de adaptación industrial.
Si se concreta esta estrategia, no solo se impulsaría la descarbonización del continente, sino que también se abriría una nueva etapa para las economías nacionales, con España en el grupo líder.






