por Juan Carlos Valda – jcvalda@grandespymes.com.ar
Imaginemos la escena. Un empresario PYME se encuentra con un viejo amigo en un evento y mientras charlan, el amigo le pregunta cómo le va con la empresa. La respuesta es automática:
— ¡A las corridas! No paro un segundo. Estoy tapado de cosas. No doy abasto.
Y lo dice con un tono que mezcla orgullo y agotamiento, como si ese frenesí fuera un sello de éxito, como si el hecho de estar sobrecargado de trabajo validara su rol de empresario.
Pero, ¿realmente es así? ¿Desde cuándo estar al borde del colapso es señal de que las cosas van bien?
El empresario como bombero
Muchos empresarios PYME viven atrapados en el “modo bombero”: apagando incendios todo el día. Desde la primera hora de la mañana hasta que cae la noche, su agenda está repleta de urgencias, interrupciones, decisiones inmediatas y problemas que parecieran no tener fin. No hay planificación, no hay estrategia, no hay espacio para pensar el negocio. Todo es correr detrás de los problemas.
Y lo peor es que se ha instalado la idea de que este nivel de estrés es normal, que, si no estás saturado de trabajo, es porque no estás haciendo lo suficiente.
Nada más alejado de la realidad.
El estrés no es sinónimo de éxito
Si algo caracteriza a las PYMES es que dependen en gran medida de la energía, el empuje y la visión de su dueño, pero cuando esa energía se consume en resolver lo urgente en lugar de construir lo importante, el negocio se vuelve una trampa. Una jaula donde el empresario trabaja más que nadie, pero no necesariamente obtiene mejores resultados.
Aquí es donde hay que hacer un cambio de mentalidad: gestionar mejor no significa trabajar más, sino trabajar con inteligencia.
Un empresario que está permanentemente agotado no es un empresario eficiente, es un empresario atrapado en una rutina que no le permite crecer ni disfrutar de su propio negocio. Porque, seamos honestos, ¿quién empezó su empresa soñando con pasarse los días tapado de problemas?
Delegar no es perder el control
Una de las razones por las que muchos empresarios terminan sobrecargados es porque no saben (o no quieren) delegar. Tienen la sensación de que nadie hará las cosas como ellos, que, si no están encima, todo se va a desmoronar. Y, por supuesto, esto termina convirtiéndolos en el cuello de botella de la empresa.
Delegar no es desentenderse sino confiar en que el equipo puede asumir responsabilidades y resolver situaciones sin que el dueño esté en el centro de todo. Claro, esto requiere procesos claros, formación y seguimiento pero el resultado es que la empresa empieza a funcionar de manera más eficiente, y el empresario recupera tiempo para lo que realmente importa: pensar el negocio y tomar decisiones estratégicas.
La agenda como reflejo de la gestión
Si un empresario quiere saber si está gestionando bien su PYME, basta con que mire su agenda. Si cada día está lleno de reuniones improvisadas, llamadas de emergencia y problemas sin resolver, es una señal de que la empresa está funcionando en modo caos.
En cambio, una agenda organizada, con espacios dedicados a la planificación y la estrategia, es señal de que la empresa tiene un rumbo claro. Y esto no solo reduce el estrés, sino que mejora la rentabilidad y la calidad de vida.
Calidad de vida y empresa: no son opuestos
Muchas veces, el empresario PYME siente que debe elegir entre su negocio y su vida personal y que tener tiempo libre es un lujo que no puede permitirse. Pero esto es un error. Una empresa bien gestionada no debería absorber la vida de su dueño.
De hecho, los mejores empresarios no son los que más horas trabajan, sino los que logran que su empresa funcione sin depender exclusivamente de ellos. Son aquellos que han sabido construir equipos sólidos, definir procesos eficientes y establecer prioridades claras.
Conclusión: ¿para qué te metiste en esto?
Si tu empresa depende de que estés 24/7 resolviendo problemas, algo no está bien. El estrés no es un indicador de éxito, es una señal de alerta. No es un trofeo, es un síntoma y como todo síntoma, hay que atenderlo.
La pregunta clave es: ¿para qué te metiste en esto? ¿Para pasarte la vida corriendo detrás de los problemas? ¿O para construir un negocio que te permita crecer y vivir mejor?
Gestionar con inteligencia no significa hacer menos, significa hacer mejor. Y eso empieza cuando dejamos de ver el agotamiento como una medalla de honor y empezamos a verlo como lo que realmente es: una señal de que hay que cambiar la forma en que estamos gestionando nuestra empresa.






