Seis errores comunes en la planificación de centros comerciales y cómo evitarlos

Desde el desorden espacial hasta la desconexión con el consumidor, son algunos de los desaciertos que afectan la experiencia del visitante, las ventas de los locatarios y la reputación del operador. Rodrigo Conroy Ganoza, experto en el tema, nos brinda algunas recomendaciones.

Planificar un centro comercial va mucho más allá de distribuir locales, habilitar zonas comunes y sumar servicios complementarios. Implica entender al consumidor, prever flujos, pensar en rentabilidad a largo plazo y garantizar una experiencia que invite a volver. Sin embargo, incluso en desarrollos de gran escala, los errores se repiten.

En este contexto, Rodrigo Conroy Ganoza, especialista en planificación y diseño de espacios comerciales, comparte algunos de los desaciertos más comunes al planificar este tipo de desarrollos, y cómo podrían evitarse con una visión estratégica desde el diseño:

  1. No planificar el flujo de personas (ni sus motivaciones). El primer gran error: pensar solo en el “dónde” y no en el “cómo”. Los visitantes de un centro comercial no se comportan de manera aleatoria. Su recorrido está condicionado por el diseño espacial, la ubicación de las tiendas anclas, los accesos, los servicios y la señalización. Cuando este flujo no se planifica, el resultado suele ser confusión, incomodidad y menor tiempo de permanencia.

Un flujo bien diseñado distribuye a las personas de forma orgánica y estratégica. Por eso, es fundamental mapear las motivaciones del consumidor (compra rápida, paseo familiar, entretenimiento, alimentación) y anticipar cómo se moverá por el espacio.

  1. Diseñar desde la estética, no desde la funcionalidad. El atractivo visual de un centro comercial es clave, pero jamás debe imponerse sobre la funcionalidad. El error está en privilegiar una imagen arquitectónica sin considerar la operatividad del espacio: desde la reposición de productos hasta el manejo de residuos.

La planificación funcional contempla el día a día de locatarios y operadores: cómo se accede a los locales, dónde están los depósitos, cómo circula el personal, qué tan fácil es renovar la propuesta visual sin obras mayores. La estética debe acompañar a la lógica del negocio.

  1. Desconocer al público objetivo. Uno de los errores más estratégicos: desarrollar un centro comercial sin tener clara su audiencia. Un espacio pensado para un público que no habita ni transita la zona está condenado al fracaso.

Todo, desde la selección de marcas hasta el diseño de zonas comunes, debe estar alineado con el estilo de vida, las aspiraciones y las necesidades del público objetivo. El éxito de un centro comercial depende en gran medida de qué tan bien logra representar y facilitar el día a día de sus usuarios.

  1. Saturar los espacios o desaprovechar el metraje. Hay centros que pecan de vacíos, y otros que ahogan. Ambos errores provienen de una mala gestión del espacio.

La saturación de locales, puestos, stands y mobiliario puede generar ruido visual, dificultar el desplazamiento y restar valor a cada punto de venta. Por otro lado, los vacíos mal aprovechados se traducen en metros improductivos que afectan la rentabilidad general del centro. Una buena planificación evalúa cada metro cuadrado en función de su potencial comercial, de uso o de experiencia, y asigna valor de forma estratégica.

  1. Ignorar la coherencia con la marca del centro. El diseño no solo comunica; construye identidad. Cuando el centro no tiene una propuesta clara de marca, o cuando su diseño físico no la refleja, se genera una desconexión con el público y con los locatarios.

El diseño arquitectónico, la señalética, los colores, el mobiliario y la experiencia sensorial deben responder a un mismo concepto. No se trata solo de que el centro “se vea bonito”, sino de que transmita una personalidad que conecte emocionalmente con sus visitantes.

  1. No pensar el centro como un espacio multisensorial. El diseño contemporáneo de centros comerciales reconoce que no solo competimos por la atención: competimos por el tiempo y por el deseo. Y eso se gana con experiencia.

Hoy, no basta con organizar los locales; hay que activar los sentidos: la música, los aromas, las texturas, la luz y la temperatura crean un ambiente. Muchos centros no consideran estos aspectos y terminan siendo espacios funcionales pero fríos, impersonales o genéricos. Una experiencia multisensorial, en cambio, fideliza al visitante, aumenta su tiempo de permanencia y refuerza el posicionamiento del lugar.

Evitar estos errores no solo optimiza la operación diaria del centro comercial, sino que fortalece su propuesta de valor frente a consumidores cada vez más exigentes. Un enfoque estratégico desde el diseño —basado en datos, experiencia y coherencia— puede transformar un proyecto inmobiliario en un espacio vivo, rentable y sostenible en el tiempo.