Energía limpia y transición justa: el nuevo motor de la competitividad

Por Antonio Herrera Cabanillas

Durante mucho tiempo, la conversación sobre energías renovables estuvo marcada por argumentos ambientales o normativos. Hoy, la lógica cambió: la transición energética es una oportunidad económica. Las empresas que adopten modelos energéticos más limpios y eficientes no solo reducen emisiones, sino que ganan estabilidad, reducen costos y fortalecen su competitividad. Las que no lo hagan enfrentarán mercados cada vez más exigentes y barreras de financiamiento.

América Latina tiene ventajas únicas: abundancia de recursos renovables, costos decrecientes en tecnologías limpias y una matriz energética más verde que otras regiones. El desafío no es técnico, sino estratégico: convertir este potencial en crecimiento económico real.

El fin de la energía barata y el inicio de la energía inteligente

La volatilidad de los combustibles fósiles ha marcado la última década. Los precios del petróleo y el gas suben o bajan según tensiones geopolíticas que escapan al control empresarial, generando incertidumbre en costos operativos.

En contraste, las energías renovables ofrecen costos más estables y predecibles. Según IRENA, desde 2010 el costo de la energía solar ha caído más del 85% y la energía eólica más del 55%. Esta tendencia convierte a las energías limpias en una decisión financiera racional.

Para muchas empresas, la eficiencia energética se ha convertido en la forma más barata de “generar nueva energía”. Cada kWh ahorrado reduce costos y mejora márgenes operativos. En un entorno competitivo, la eficiencia deja de ser una opción y se convierte en un diferenciador.

Los inversionistas ya eligieron

Mientras algunas organizaciones aún debaten sobre costos y retornos, los grandes fondos de inversión ya tomaron una postura clara. Los activos globales gestionados bajo criterios ESG superan los 35 billones de dólares, y una parte creciente se dirige hacia compañías que demuestran compromiso con la descarbonización.

Esto tiene consecuencias directas:

  • Empresas con desempeño ESG sólido acceden a mejores tasas de financiamiento.
  • Muchos fondos reducen exposición a industrias intensivas en carbono.
  • Las cadenas globales exigen a proveedores trazabilidad ambiental verificable.

En resumen, la transición energética no es solo ética: determina el acceso al capital. No invertir en sostenibilidad será más costoso que invertir.

Latinoamérica: un potencial competitivo excepcional

América Latina tiene una combinación rara: alto potencial renovable y creciente demanda energética futura. Perú, Chile y México poseen algunos de los mayores niveles de radiación solar del mundo; el Cono Sur tiene vientos competitivos; Centroamérica cuenta con energía geotérmica subutilizada.

Los avances ya están en marcha:

  • Chile impulsa proyectos de hidrógeno verde que atraerán miles de millones en inversión.
  • Brasil acelera la expansión de biocombustibles y eólica marina.
  • Colombia multiplicó por diez su capacidad solar y eólica en pocos años.

Perú, por su parte, tiene condiciones ideales para escalar energía solar, almacenamiento y eficiencia en industrias intensivas como minería, pesca o agroexportación.

Transición justa: oportunidades que se crean, no que se reparten

Pensar la transición energética solo en términos ambientales es reducir su impacto real. La mayor oportunidad está en el empleo y en la formación de talento técnico.

La OIT estima que la economía verde podría generar 24 millones de empleos nuevos hacia 2030, muchos de ellos en energías renovables, infraestructura resiliente, agricultura sostenible y eficiencia energética.

Una transición justa implica:

  • Formación técnica alineada a empleos verdes.
  • Reconversión laboral para trabajadores de sectores tradicionales.
  • Creación de polos de desarrollo donde la energía limpia dinamice economías locales.

La sostenibilidad no es un ejercicio redistributivo: es una plataforma para crear nuevas oportunidades económicas.

Impacto empresarial: competir mejor, no solo contaminar menos

Adoptar energías limpias tiene beneficios concretos y medibles:

  1. Reducción de costos operativos, especialmente en industrias con alto consumo energético.
  2. Mayor resiliencia ante variación climática y geopolítica.
  3. Acceso a financiamiento verde, bonos sostenibles y capital internacional.
  4. Mejora en la reputación corporativa y relaciones con comunidades.
  5. Ventaja comercial frente a clientes globales que exigen baja huella de carbono.

Pero más allá del ahorro, la transición energética redefine la posición estratégica de las empresas. No se trata solo de reducir emisiones, sino de ganar competitividad en un mercado que ya cambió.

Conclusión: la energía limpia no es una opción, es una ventaja competitiva

El mundo avanza hacia una economía baja en carbono. Los inversionistas lo exigen, los mercados lo premian y los consumidores lo valoran. La pregunta ya no es si una empresa debe adoptar energías limpias, sino: ¿cuánto mercado está perdiendo por no hacerlo?

La transición energética no significa sacrificar rentabilidad. Al contrario, es una apuesta por la eficiencia, la estabilidad, la innovación y el crecimiento. Las empresas que lideren este proceso serán las que definan la competitividad de la próxima década; las que no reaccionen quedarán rezagadas en un mercado donde la sostenibilidad ya es parte del estándar. La energía limpia no es un ideal ambiental. Es, sencillamente, una decisión inteligente de negocio.