En el Perú, más del 80 % de las empresas privadas son familiares, y muchas de ellas construyen su valor no solo en su producto, sino en el apellido que las respalda como marca de confianza.
Un reciente estudio elaborado por ND Executive Search reveló que más del 50 % de las empresas familiares en Perú ya cuenta con directorios integrados por profesionales externos o independientes, y el 64 % ha formalizado sus órganos de gobierno, marcando una clara apuesta por la profesionalización sin perder el apellido como activo reputacional. En un país donde más del 80 % de las empresas privadas son familiares, muchas de ellas sostienen su valor no solo en su producto, sino en el nombre que las respalda como marca de confianza.
De acuerdo a Rosario Torrejón, representante de la Asociación de Empresas Familiares (AEF), muchas de las familias asociadas están haciendo justamente eso: cuidando su reputación mientras profesionalizan su gestión, integran a las nuevas generaciones y modernizan sus marcas sin perder su esencia. “En el marco del Día de la Familia, creemos que este es un momento oportuno para poner en valor la marca familiar como un activo estratégico en la economía nacional”, señaló.
“Con motivo del Día Internacional de la Familia, es momento de mirar cómo la identidad familiar se ha convertido en un verdadero capital reputacional. En el Perú, gran parte de las empresas que hoy lideran sectores como la agroindustria, el comercio, los servicios y la manufactura nacieron en un entorno familiar, y han logrado posicionarse gracias a valores heredados como la palabra empeñada, la cercanía con el cliente y la coherencia entre lo que dicen y hacen”, agregó.
A diferencia de las empresas tradicionales, las empresas familiares construyen una narrativa que conecta emocionalmente con su comunidad, empleados y consumidores, generando un vínculo que suele resistir incluso las crisis económicas. Esta situación afecta directamente a las empresas familiares, que representan al 80 % del entramado empresarial, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sin embargo, pese a su peso en la economía, solo el 3 % ha logrado sobrevivir a una tercera generación, de acuerdo con cifras de EY y AEF.
Este tipo de confianza no se compra: se cultiva con años de esfuerzo, transparencia y compromiso generacional. Pero sostenerla en un contexto de transformación digital, cambios sociales y nuevas expectativas del mercado requiere adaptabilidad, liderazgo y visión a largo plazo. Tal es así que, según el estudio ¿Cuál es el impacto de las empresas familiares?, elaborado por nuestro equipo, el 85 % de estas compañías en el país no cuenta con un plan de sucesión, lo que representa uno de sus principales riesgos a futuro.
“A través de casos reales que tenemos en el Perú, podemos ilustrar cómo las empresas familiares peruanas han logrado convertir su apellido en sinónimo de calidad, resiliencia y cercanía. Historias que reflejan cómo la familia, más allá del vínculo afectivo, puede ser también una poderosa plataforma de valor empresarial”, concluyó el empresario.