Por Elizabeth Morales Jefe de Proyectos Ambientales y Líder de Sostenibilidad en Arcadis Perú
La minería ha sido durante décadas un pilar para el desarrollo de América Latina, pero sus impactos positivos también se traducen en pasivos ambientales y sociales que persisten aún después del término de sus operaciones. El cierre de minas, en este contexto, no debe entenderse como una clausura física, sino como un proceso integral que exige planificación temprana, una visión sostenible, la participación comunitaria y un compromiso de largo plazo.
Perú ha logrado importantes avances regulatorios hacia una minería responsable, instaurando marcos normativos que establecen planes de cierre con medidlas concretas para lograr la rehabilitación ambiental. La regulación, sin embargo, no es suficiente por sí sola si no se traducen en acciones con visión de futuro.
Un cierre de mina sostenible debe considerar prioritariamente la rehabilitación del terreno, la gestión del drenaje ácido, el control de residuos, la recuperación de la biodiversidad y el impacto social. Este último, en particular, es fundamental para garantizar que las comunidades afectadas no solo sean receptoras pasivas de las acciones de cierre, sino protagonistas en la recuperación y transformación de sus territorios. Es crucial que dicho proceso incluya estrategias de apoyo socioeconómico, capacitación y generación de empleos, para evitar que las poblaciones queden en situación de vulnerabilidad o marginalidad. Solo a través de un enfoque que priorice el bienestar social, la equidad y el respeto por los derechos humanos, se podrá asegurar un legado positivo y duradero que beneficie tanto a las comunidades como al medio ambiente.
La sostenibilidad del cierre requiere mucho más que de soluciones técnicas: su dimensión social es crítica, considerando aspectos como la transición socioeconómica, la equidad, los derechos humanos, el legado cultural y la memoria. Su integración desde el diseño temprano del proyecto implica informar a las comunidades e involucrarlas activamente en la toma de decisiones.
Lo positivo es que la innovación y buenas prácticas internacionales, están siendo asimiladas a nivel estratégico por la minería en nuestro país, incluyendo el tratamiento de suelos contaminados, reforestación con especies nativas, reutilización de infraestructura y soluciones basadas en la naturaleza. Un caso virtuoso de este enfoque es la colaboración entre Codelco (Chile) y AMSAC (Perú) en gestión de pasivos ambientales, demostrando cómo el intercambio de experiencias puede fortalecer capacidades técnicas y avanzar hacia estándares globales.
El factor financiero también juega un rol importante. Un desafío que encuentra respuesta en el compromiso a través de garantías específicas y fondos asignados desde las fases preliminares de los proyectos, son primordiales para evitar que las responsabilidades queden en manos del Estado o de las comunidades una vez que la operación minera termina.
Para consolidar una minería sostenible, es clave dejar de entender el cierre de las operaciones como un punto final, sino como una etapa más del ciclo de los proyectos. La combinación de innovación tecnológica, adopción de estándares internacionales y enfoque en la sostenibilidad, está redefiniendo las estrategias de cierre y remediación en la minería, contribuyendo a un legado positivo para el medio ambiente y las comunidades locales.