Las conversaciones del G7, aunque marcadas por la falta de consenso sobre nuevas sanciones a Rusia, reflejaron una creciente preocupación por la fragmentación económica global.
Los mercados financieros globales se ven sacudidos por una ola de aversión al riesgo, encabezada por una fuerte corrección en los futuros de Wall Street tras los recientes comentarios del presidente Donald Trump. La sesión se ha teñido de rojo a medida que se intensifican los temores a una nueva escalada proteccionista, justo cuando la economía global parecía estabilizarse tras meses de ajustes monetarios y tensiones geopolíticas. Las palabras de Trump han actuado como catalizador inmediato de un fuerte deterioro en el sentimiento de los inversores, provocando caídas notables en el sector tecnológico y exacerbando la fragilidad ya latente en los mercados estadounidenses.
Donald Trump avivó las tensiones comerciales con Europa al afirmar que las conversaciones con la Unión Europea “no conducen a ninguna parte” y recomendar la imposición de un arancel del 50% sobre las importaciones del bloque, cuyo primer paquete de medidas entrará en vigor el 1 de junio. La reacción en los mercados fue inmediata y contundente: los futuros de los principales índices estadounidenses cayeron con fuerza, marcando un claro viraje del apetito por riesgo a la cautela extrema. En una declaración que generó aún más volatilidad, Trump sostuvo que cualquier iPhone vendido en EE.UU. deberá ser fabricado localmente o enfrentará un arancel mínimo del 25%, lo que provocó un desplome del 4% en las acciones de Apple ($AAPL) y arrastró al Nasdaq a la baja.
Esta nueva amenaza arancelaria representa un giro decisivo en la narrativa de mercado, que venía mostrando signos de recuperación apoyada en datos sólidos como el PMI manufacturero de mayo (52,3 vs 49,9 estimado) y el PMI compuesto (52,1 vs 50,3 estimado). Aunque estos indicadores apuntan a una expansión moderada en la actividad económica estadounidense, el resurgimiento del riesgo comercial ha eclipsado cualquier optimismo generado por los fundamentos. La presión adicional sobre el sector inmobiliario, con ventas de viviendas de segunda mano cayendo un 0,5% en abril (4,00 millones vs 4,15 millones esperados), acentúa la preocupación sobre la fragilidad de la demanda interna
A nivel institucional, el entorno tampoco ofrece tregua. Roberto Perli, de la Reserva Federal de Nueva York, alertó sobre señales tempranas de presión en los mercados monetarios, producto de la reducción del balance del banco central. Estas tensiones podrían limitar la capacidad de la Fed para gestionar eficazmente las tasas a corto plazo, justo cuando su gobernador Christopher Waller plantea posibles recortes de tasas en la segunda mitad de 2025, siempre que los aranceles se estabilicen en torno al 10%. A su vez, el índice de miedo y codicia escaló a 68/100, reflejando una mezcla peligrosa de euforia residual e inminente corrección, en medio de una política comercial impredecible.
Las declaraciones de Trump no se limitaron al eje euroatlántico. En el frente energético, recomendó al Reino Unido abandonar los parques eólicos para fomentar la perforación en el Mar del Norte, y criticó el sistema fiscal británico por desalentar la producción petrolera. Estas declaraciones coinciden con los debates del G7, donde EE.UU. y sus aliados discuten las distorsiones que generan los aranceles en el comercio global. A nivel diplomático, también se informó sobre un importante intercambio de prisioneros entre Rusia y Ucrania, aunque el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, descartó una reunión en el Vaticano, si bien confirmó que se avanza en la redacción de un memorando de alto el fuego.
En el plano corporativo, Bloomberg reportó una operación inusual: un comprador anónimo apostó cerca de 3.000 millones de dólares en opciones alcistas sobre acciones estadounidenses, lo cual podría interpretarse como una señal de confianza estructural en el mercado a mediano plazo, o bien como cobertura frente a una eventual recuperación tras una caída aguda. En paralelo, JPMorgan anunció un préstamo de más de 7.000 millones de dólares para financiar un centro de datos de OpenAI, fortaleciendo la convergencia entre el sector financiero y la inteligencia artificial.
Mientras tanto, Europa responde con resiliencia selectiva. Alemania lideró con una expansión del PIB del 0,4% en el primer trimestre, superando ampliamente el consenso de 0,2% y marcando su mejor desempeño desde 2022. No obstante, el ministro de Finanzas alemán advirtió que una falta de acuerdo sobre los aranceles con EE.UU. podría desencadenar una nueva ronda de turbulencias en los mercados. En el seno del BCE, Luis de Guindos aseguró que la inflación convergerá hacia el 2% con rapidez, mientras que los salarios negociados en la eurozona se moderaron al 2,38% interanual, desde el 4,12% anterior, aliviando temporalmente las presiones inflacionarias.
Las conversaciones del G7, aunque marcadas por la falta de consenso sobre nuevas sanciones a Rusia, reflejaron una creciente preocupación por la fragmentación económica global. El comisario europeo Dombrovskis sugirió reducir el tope del precio del petróleo ruso a 50 dólares por barril, mientras el ministro de Economía de Italia, Giorgetti, enfatizó la necesidad de promover la industria de defensa mediante mayor inversión privada. En cuanto al comercio transatlántico, la UE denunció los efectos negativos de los aranceles estadounidenses, pero EE.UU. reiteró su compromiso con soluciones bilaterales, a pesar de la creciente tensión.
En Asia, el impacto de las medidas arancelarias estadounidenses también se hace sentir. Japón reportó una caída en sus ganancias corporativas por primera vez en seis años, afectadas por la fortaleza del yen y el resurgimiento del proteccionismo. El gobernador del Banco de Japón, Kazuo Ueda, evitó proponer nuevas medidas, citando una “incertidumbre extrema” en el panorama económico. La inflación subyacente se aceleró al 3,5% en abril, impulsada por los precios del arroz, lo que podría retrasar futuras subidas de tipos. Un enviado japonés viajará a EE.UU. el 30 de mayo para reunirse con el secretario del Tesoro Bessent, en un intento por mitigar los efectos de los aranceles sobre la economía nipona.
Desde México, la presidenta Sheinbaum confirmó una buena relación con Trump y anunció que el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, viajará a Washington para discutir temas comerciales. El impuesto a las remesas propuesto por EE.UU. se redujo del 5% al 3,5%, en un gesto que busca aliviar las tensiones bilaterales. Por otro lado, EE.UU. expresó interés en participar en proyectos energéticos en el Kurdistán iraquí, ampliando su influencia en regiones clave para la seguridad energética global.
El mercado estadounidense enfrenta una tormenta perfecta donde el riesgo político se suma a una economía que aún navega entre señales mixtas de crecimiento. Los comentarios de Donald Trump han reactivado los temores de guerra comercial en un momento extremadamente sensible para la confianza inversionista, provocando una corrección agresiva liderada por el sector tecnológico. Si bien los fundamentos de corto plazo, como los PMI y ciertas métricas de amplitud del mercado, ofrecen soporte técnico, la amenaza de un conflicto arancelario a gran escala podría desatar un entorno de estanflación si se concretan barreras al comercio global.
A corto plazo, los inversionistas deben prepararse para una mayor volatilidad y posibles rebajas en las perspectivas de crecimiento si se amplían las represalias comerciales. A mediano plazo, el foco estará en las respuestas políticas de los bancos centrales y en la evolución de las relaciones diplomáticas clave. Un acuerdo entre EE.UU. y China podría estabilizar el escenario, pero cualquier escalada con la UE o Japón podría catalizar una nueva fase de corrección global. La estrategia defensiva, combinada con exposición selectiva a sectores menos sensibles a los aranceles, parece ser el camino más prudente en este entorno cargado de incertidumbre política y económica.