¿Una oportunidad disfrazada? El desplome histórico del precio de la harina de soja reactiva la demanda global

La harina de soja argentina toca mínimos no vistos en casi dos décadas. China vuelve al mercado tras cinco años, y el complejo sojero enfrenta precios deprimidos y tensiones geopolíticas que redefinen el mapa exportador.

La harina de soja, principal producto de exportación de la Argentina, atraviesa uno de sus momentos más delicados en términos de cotización. A fines de junio, su precio FOB cayó a USD 281 por tonelada, el más bajo en los últimos 15 años, y desde entonces se mantiene en esa zona crítica.

Pese a este retroceso en el valor, la baja ha generado un renovado interés internacional. China, que no compraba harina de soja argentina desde 2019 por priorizar la importación del poroto para procesarlo internamente, decidió reactivar compras ante la oportunidad comercial. Esto sugiere que los bajos precios pueden estimular una demanda que había estado ausente.

Según un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, elaborado por Julio Calzada y Bruno Ferrari, la harina de soja representó en 2024 un 13,4% de las exportaciones totales de Argentina, y el complejo sojero en su conjunto, el 27,6%. Esto reafirma el peso estructural del sector dentro de la balanza comercial nacional.

El mercado de commodities agrícolas ha estado marcado por una alta volatilidad desde 2020. Tras la pandemia, las interrupciones en las cadenas de suministro, la recuperación global y la guerra en Ucrania impulsaron los precios a niveles récord en 2022. Pero en 2023 y 2024 las materias primas agrícolas iniciaron una corrección, y 2025 muestra una tendencia dispar: mientras el poroto de soja se mantiene estable en el mercado de Chicago, el aceite subió más de 30% y la harina cayó 10%, arrastrada por un exceso de oferta derivado del auge del biodiésel y la producción de aceites.

Este desequilibrio es clave: el creciente procesamiento de soja para aceite genera volúmenes elevados de harina como subproducto, que no encuentra suficiente demanda interna en países como EE.UU. o Brasil, volcando el excedente al mercado global. Argentina, que lidera las exportaciones mundiales de harina de soja, queda así expuesta a una competencia feroz con precios deprimidos.

El informe de la Bolsa de Comercio proyecta que, en 2025, las exportaciones netas del complejo sojero argentino alcanzarán los USD 16.322 millones, apenas por encima de 2024, y uno de los tres valores más bajos en términos reales desde 2009. Para la harina de soja, se espera un ingreso de USD 9.044 millones; para el aceite, USD 6.255 millones; para el poroto, USD 3.160 millones; y para el biodiésel, apenas USD 465 millones.

En términos reales, las exportaciones de harina serían las más bajas desde 2007, y las de aceite, en contraste, uno de los tres mayores valores en una década. La evolución histórica muestra que, tras un pico en 2015, el volumen neto exportado por el complejo sojero cayó a niveles similares a los de 2003. En 2025 se anticipa una leve recuperación, aunque lejos de los niveles históricos.

En precios corrientes, los valores actuales de exportación del complejo están entre los más bajos desde 2020. Pero ajustados por inflación, el índice proyectado para 2025 sería el más deprimido desde 2006. Es decir, hace 19 años que la soja argentina no valía tan poco en términos reales.

La conclusión es clara: el complejo sojero exportará en 2025 un 20% menos que en su pico de 2015, y con precios 68% más bajos (ajustados por inflación) que en 2011, el mejor año registrado. Ante este escenario, el mercado parece enviar una señal contradictoria: la debilidad de precios podría abrir la puerta a una reactivación de la demanda, pero también obliga a repensar el modelo exportador argentino.